sábado, septiembre 01, 2012

ARBOL SIN MEMORIA


ARBOL SIN MEMORIA

Manuel
no fue más que un niño endeble y solitario
que tenía la piel del color del camino real
la mirada llena de pájaros azules que picoteaban el alma de la ninfas del bosque
que defecaba flores en los huecos de las carboneras que hacía con sus manos escuálidas
que corría  por los caminos grises del  invierno
tratando de encontrar en los sueños
los parajes imposibles de la fantasía
su voz tierna como el canto de los ruiseñores
pintaba de mariposas las paredes de las tardes primaverales 
y su desnudez la ondeaba el viento más allá de los días lluviosos de mayo
en que la alegría sucumbía al hambre


a veces lo encontraba solitario en las lejanas regiones del rocío
navegando a la deriva en un océano de celias tatuadas en el viento frío del amanecer
lo llamaba
volteaba el   rostro
y me arropaba en el lienzo azul triste   de su  mirada
corría hacia mis brazos
y me abrazaba por largo rato
sentía como su piel afiebrada se derretía en mi piel
luego nos íbamos a los potreros del tío Alberto 
atravesábamos los conucos del abuelo Ismael
jugábamos con el viento
hablamos con los pájaros
corríamos felices  por las praderas infinitas del medio día
hasta terminar exhaustos debajo de un árbol sin memoria 
a veces en el azul más limpio de su inocencia se quedaba dormido
lo veía moverse inquieto
temblar
sonreír
cuando despertaba me contaba que había estado en un hermoso lugar
donde seres luminosos con alas en la espalda jugaban con él
que les dijeron
que pronto estaría con ellos
y que ya nunca más sentiría hambre
ni frío
ni soledad

Manuel
No tuvo más escuela que su corta vida
Sus nueve años sin historia y sin ninguna procedencia    

hoy que lo encontré dormido en una carbonera
arropado en su soledad
acurrucado en la nada
me deslumbró su recuerdo
descalzo
semidesnudo
sonriendo siempre
con su tristeza a cuesta
solitario
buscando entre los cubículos del hambre
un poco de agua
una fruta de lastima
un pedazo de pan

en las noches cuando se le hacía tarde
le suplicaba que se quedara con nosotros
no aceptaba
me miraba con toda su ternura acumulada entre sus manos
y se despedía de mí con un abrazo de eternidad
y se alejaba entre las sombras hacia ninguna parte
me quedaba junto al camino
abrumado por una inexplicable sensación de soledad
hasta que él se desvanecía en la distancia

con Manuel compartí la sed
el hambre
la pobreza
el frío
y la desnudez
y sobre todo la alegría infantil de correr
por los bosques memorables de la fantasía y los sueños


Manuel
nunca me dijo donde vivía 
cuando le preguntaba
me señalaba con insistencia un lugar perdido en su memoria infantil
el cual yo no vería
ni encontraría
porque ese lugar sólo existía en el deseo que él tenía de tener un hogar


cuando le decía que quería ir a su casa
conocer a sus padres
me miraba azorado
y se alejaba huyendo
ondeando su desnudez en el viento
escurriéndose en los latidos del bosque

ahora que Manuel está muerto
hemos buscado por todas partes su hogar
y sólo hemos encontrado debajo de un gran árbol sin memoria
un lecho de flores y cenizas
donde Manuel todas las noches en su soledad moría de frío y ausencia

Domingo Acevedo
Abril 2010










LOS NIÑOS DE LAS CALLES.


LOS NIÑOS DE LAS CALLES.

Esta mañana me encontré a dos niños de la calle que por su parecido supuse son hermanitos, dormían en una banca del bulevar de la avenida Winston Churchill, donde termina el parque Mirador Sur, frente al barrio Mata Hambre. Lleno de harapos, tal vez hambrientos, los toqué y no despertaron, seguí mi camino con un profundo dolor en el alma, el dolor y la impotencia, de saber que esos dos niños, como otros tantos niños están condenados a convertirse en futuros delincuentes que después serán encarcelados y/o asesinados por el mismo sistema que les negó la oportunidad de ser seres humanos útiles a la sociedad.

Es doloroso el drama de los niñ@s que habitan en las calles de las ciudades de la República Dominicana; niñ@s que huelen cemento, niñ@s que piden en los semáforos, niñ@s limpia botas, niñ@s que realizan diferentes trabajos que son propios de adultos, niñ@s, que habitan en las cuevas del malecón, niñas que se prostituyen todas las noches por las calles sombrías de Santo Domingo, en fin hij@s de la pobreza, el hambre, la indiferencia, en definitiva hij@s del dolor y la pena.

Lo que más duele es que todo esto pasa ante la mirada indiferente de nuestras autoridades que viven ajenas a esta realidad que ofende las fibras más intimas de nuestra humanidad. A mí de manera particular me duelen esos niñ@s, ya que aunque no fui un niño de la calle, pasé una niñez llena de precariedades en la que el hambre siempre estuvo presente pero que nunca pudo arrebatarme la felicidad de estar junto a los míos, ni la determinación de luchar para sobreponernos a la fatalidad de la pobreza extrema y salir adelante.

Otros no tienen la misma suerte, otros no logran sobreponerse a la pobreza y el hambre y se dejan vencer por las adversidad y sucumben, caen al abismo de la desesperanzas y la fatalidad de donde ya no podrán salir. Es dramática esa realidad que viven miles de niñ@s en nuestro país, a la que no vemos ninguna salida a corto ni mediano plazo, porque no hay desde el estado políticas tendentes a rescatar de las calles a esos niñ@s, porque con el pasar del tiempo en nuestro país la pobreza crece y los niñ@s de las calles se multiplican. Domingo Acevedo

Domingoacv2@gmail.com
829 415 2961

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